FERNANDO Y EL EPÍLOGO DE CULTIVOS

  • 23/09/2016

 

El pasado mes de mayo se presentó el último libro de Julián Rodríguez, “Cultivos”, en el que narra ciertos pasajes de su vida en relación con el mundo rural del que procede: sus antepasados, el campo que cultivaron, cómo se cultivó él mismo…

"Cultivos” es la segunda entrega del ciclo “Piezas de resistencia”, abierto en 2004 con “Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás”. 

En la última parte del libro, "EPÍLOGO: dos días de GOSTO", Julián narra las conversaciones que tuvo con Fernando durante los últimos días de su vida, justo hasta el último instante el 26 de agosto de 2005.

Del epílogo de “Cultivos” hemos entresacado algunos párrafos, frases que nos gustan especialmente, para traerlas a la web.

"Me pedía que escribiera este libro. Ya estaba muy enfermo, pero me pedía que le llevara todo lo que tuviera escrito de este libro. Acaba la novela, me decía, y luego Cultivos.

… 

Él me pedía a menudo que no abandonara esta ciudad, esta región.

Pero, ¿quién escribirá esta región, esta tierra?, me preguntó.

… se sentía cansado, a ratos su voz se desvanecía de tan débil. Pero siempre se notaba presente aquella fortaleza suya …

Le prometí que escribiría sobre mis tíos y sobre el acebúche que crece dentro del tejaroz de mi padre.

… 

Era lo único que detestaba: los dimes y diretes, la mezquindad de quienes se hacían pasar por amigos, la decepción que le producían, su dolor ante las palabras que no merecía. Herían su honestidad.

...

En ocasiones, delante de otras personas, hablábamos en clave. Hasta uno de esos chistes podía ser una clave. Y él me recordaba a veces, riéndose, cómo yo mismo me había reído de su corbata cuando nos conocimos. 

...

Me dijo muchas veces: Tienes que escribir ese libro.

Le gustaban las páginas de mis libros (no es vanidad) en las que aparecía el campo y la gente era parte de ese campo. E insistía en que escribiera otros libros sobre personajes del mundo “post-rural”. Páginas sobre las dehesas donde el romero y la lavanda crecen y pastan vacas de color rojizo. Páginas sobre arroyos y ancianos que aún cultivan los bancales mientras piensan en sus hijos emigrantes. Páginas sobre aquellos que no han sucumbido al cinismo o al sarcasmo al hablar de ideologías.

Me preguntó: ¿Cómo crees que me recordarán? 

No le dije: Has sido un buen marido, un buen padre. No sé pronunciar en voz alta esas palabras. Quizá no sé ofrecer demasiado consuelo.

...

Antes de irme, le dejé sobre la cama las pruebas definitivas del libro que habíamos estado preparando los dos últimos meses. Se sentía feliz por haber podido concluirlo. Suspiró, y bromeamos. Suspirillos germánicos, dijo.